Las coronas de Castilla y Aragón fueron dos entidades territoriales que existieron de manera independiente antes de su unión en 1469 con el matrimonio de Isabel, heredera de Castilla, y Fernando, heredero de Aragón. Esta unión propició el surgimiento de la Monarquía Hispánica. Estas dos Coronas englobaban en su interior varios reinos, como es el caso del reino de Navarra, en Castilla, y el reino de Valencia, en Aragón.
A pesar de su unión, cada Corona seguía manteniendo sus fueros, leyes y privilegios diferenciados, siguiendo la fórmula aeque principaliter (o 'unión diferenciada').
Por el contrario, ejercieron una en política exterior conjunta, y su ejército y hacienda real era común. La unión efectiva y definitiva de estas coronas tuvo lugar con la subida al trono de Carlos I.
La integración de dichos territorios estuvo marcada por el papel hegemónico de Castilla.
Los problemas para Aragón vendrían con la Guerra de Sucesión española, que comenzaría en 1701 y terminaría en 1713 con la subida al trono de Felipe de Anjou. Los aragoneses apoyaron en este conflicto sucesorio al contrincante de este, el archiduque Carlos. Con el ascenso al trono de Felipe V, tuvo lugar la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, que abolieron todos los fueros e instituciones de la corona aragonesa.
A lo largo de la historia, los territorios que formaban dichas Coronas fueron adquiriendo diferentes identidades, ejemplo de ello son la vasca, la gallega, la extremeña etc. Además, tras lo estudiado, podemos afirmar que el territorio español ha sufrido inmensas variaciones en su terreno. Por consiguiente, se les han donado diferentes fueros y libertades, fruto de las sucesivas concesiones que se le han otorgado en las diferentes constituciones. El incipiente de dichas autonomías de halla en la Constitución de 1931. No obstante, en este momento, no eran autonomías perfectas, y alcanzarían su culmen con la redacción de la Constitución de 1978, entendiéndose como las encontramos actualmente.
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